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En sepia

Desvela  el alma  -dicen-

intercepta  la mirada y el rictus de la boca

donde  una vez se  posara una sonrisa.

Un flash acaricia las huellas del tiempo

y  captura el momento,

se queda.

Te miro en el recuerdo,

en aquel marco vacío,

imagen en sepia,

luego, cierro suavemente la puerta.

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Wenumapu (*)

Fotografía pertenece al  Museo Pewenche

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Estabas  deseoso de contarme  lo que habías visto,  de tu paso por  Ralco y las tierras Pewenches, querías que  te escuchara y  te dejé hablar.

Me contaste  que  los hombres de esa etnia,  de las tierras de arriba, gente silenciosa,  ejercitan la “conversa” con los parientes, vecinos y  la gente sabia.  La “conversa”  en idioma nativo es el medio usado para intercambiar  sus conocimientos, conservar la memoria del pueblo y transmitirla de generación en generación.  

Habías sabido que existen  momentos especiales,  el weupin,  en que los kimches o sabios –mujeres y hombres– resuelven sus  conflictos, cuentan historias o informan sobre el estado de las otras comunidades.  En el weupin, los miembros de la comunidad conversan en lengua  chedungun.

Entusiasmado, me contaste que algunas de las creencias pewenches provienen de sus antepasados y otras, han sido tomadas  de los mapuches, siendo el centro de sus prácticas religiosas  la unión con la naturaleza, con los ngen o espíritus tutelares  y el respeto por la tierra.   Con un aire casi doctoral, me decías que los Pewenches  creen que las personas, los animales, las plantas y hasta las piedras poseen un dueño o ngen que los cuida y que  todo signo  de vida es valiosa  porque es necesaria para el equilibrio natural y que  el desequilibrio es fuente de enfermedades, escasez y catástrofes.

Tu conversación salía a borbotones,  yo te miraba pacientemente,  te escuchaba….

Me hablaste de las Kura (Piedras) y del espíritu que las habita, que hay que conversar con ellas,  aprender de las machis a reconocer las piedras buenas, aquellas que ellas ponen en los kultrunes para que bailen y den el compás en las ceremonias, como también que hay Kura que son malas,  que brillan como el vidrio y solo dan sombras de luz.

Interrumpí  el recuento, presioné ligeramente tu brazo  y comencé a hablar.  Te hablé de las puntas de flechas que usaban los antiguos  para cazar,  de diversos tamaños, hechas de huesos o de piedras  y que según las leyendas, también estaban hechas de los  rayos que caían durante las tempestades por toda  la cordillera  y que luego los pewenches buscaban, recogían y guardaban.

Te conté del amupuru, la ronda que las mujeres pewenches bailan en el Ngüillatun,  tomadas de las manos, alrededor de un rehue mientras cantan una oración a Chau Ngunechen, oración dedicada  a la mujer y a la tierra.  Y que el pewenentu representa a las araucarias en las cumbres. Te advertí que en plena cordillera se encuentran  tréboles verdes y rosados, crecidos a orillas de los ojos de agua naturales, esos, te dije, no hay que tomarlos porque  traen  malos augurios, como aquél que traías de regalo.

Te podría haber hablado de la creación del Ngüillatun, del Alwe (**) o del Relmu (***) y de la Wenumapu  (Tierra de arriba o cielo), o de  la hermosa Küyen (Luna), sin embargo,  me aparté de ti, no merecías mi palabra;  lo  que me habías contado, te lo había relatado yo cuando nos conocimos.   Habías olvidado que soy una pewenche como mis ancestros.

Y con el orgullo de mi sangre, volví al silencio y me adentré en los bosques.

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(*) Wenumapu – tierra de arriba, espacio sagrado

(*) Alwe – alma de los muertos

(**) Relmu – arco iris

Soy aquella palabra

Como árbol incrustado en tierra

o musgo adherido a la piedra,

resisto las distancias, los puentes sin destino.

Soy la palabra entrampada entre vientos y mareas.

Soy el mensaje en busca de un destino.

Mas las voces, murmullos y sonidos

quiebran mi propósito, abandono  la batalla.

Derrotada, me refugio en el silencio.

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Siendo concordante con mi pensamiento, en el sentido que es mejor hacer un intento en contraposición a no hacer nada, y contando también con la ayuda de un muy buen amigo, he concretado la publicación del libro de narrativa  El Jardín de los Escritos.

El nombre lo visualizaba, el contenido estaba ya escrito, solamente faltaba el momento preciso de hacerlo.

En este punto, recibí el apoyo invaluable de mi amigo y poeta, Gino Ginoris, quien con su entusiasmo interminable  e ideas extraordinarias, me ha ayudado cristalizar este proyecto.  Es más, sinceramente creo que sin su respaldo,  la decisión habría tomado más tiempo.

Gino ha trabajado en la edición, diagramación y diseño de El Jardín de los Escritos, pero más que eso, ha sido su entusiasmo y empuje, lo que valoro y no terminaré de agradecer.

El libro ha sido publicado bajo el alero de la Editorial Verbodesnudo.

Nuevamente reitero mis agradecimientos a mi amigo Gino Ginoris por su apoyo constante.

Este proyecto realizado recorrerá su camino hasta los lectores que quiero llegar,  por ello me siento realmente contenta.

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De silencios (r)

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A esta hora, a mi alrededor todo es silencio.  El sonido suave de la música es lo que deseo escuchar  y sigue siendo silencio.

No es soledad,  es paz.

Silencio hasta contar mil y diez mil.

Tiempo de pensar, visualizar sueños vividos, repasar la vida y lo que  no vendrá.  Esta noche es del color de la música que me acompaña en la calma.

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Un saludo diferente

Fotografía tomada a dos páginas del libro «Pewenche» que ha llegado a mi como obsequio.

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«Mari mari, peñi.  Mari mari, lamgen (*)

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(*) Buenos días, hermano.  Buenos dìas, hermana.    Saludo en lengua Pewenche, de nuestro pueblo originario Pewenche.  Pequeña comunidad que hoy en día habita en el Inapire Mapu (tierra que está junto a las nieves) en las Comunas del Alto Bío Bío y Lonquimay.

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«8 Náufragos en busca de…..»

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Nuestras letras y verbos han salido de nuestro regazo y están en manos amigas.  Están a buen recaudo.

Las hemos lanzado el viernes 16 de diciembre de 2011 en el bellísimo marco de la Posada del Corregidor, por gentileza de la I.Municipalidad de Santiago y en compañía nuestra familia más cercana, amigos  y público en general, que aún no conociéndonos, muestran interés por las expresiones del arte en toda su extensión.

Así fue la presentación de nuestro libro «8 Náufragos en busca de…..»  trabajo mancomunado y auto gestionado por el Colectivo Poetas sin tiempo.  

Es un libro en auto publicación.  Sobre este punto, me detengo.  He leído atentamente lo publicado por la escritora cubana Daína Chaviano en su Blog, cuyo título es: ¿Cómo publicar mi libro?    y aún estando de acuerdo en su mayoría, con lo allí expresado, en lo que se refiere a mi personalmente, me he comprometido y compartido el sueño de estos «8 Náufragos en busca de….»  porque sencillamente pienso que es valedero recurrir a la auto publicación, en oposición a la inmovilidad o la espera de editoriales que se interesen en autores que están fuera de aquel «círculo dorado».

Es un proyecto hermoso, ya terminado que ha salido de nuestras manos y parte hacia otras manos que lo acogerán.

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Vista parcial del Salón, Posada del Corregidor

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Revista Verbo (des) nudo

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En esta misma oportunidad tuvimos la tremenda alegría de presentar el nacimiento de un Proyecto que nos tiene ilusionados:  La Revista Verbo (des) nudo   de Arte y Literatura.

La idea original llegó de la mano del amigo y poeta  F. Gino Ginoris, cubano, residente en nuestro país desde hace mucho tiempo.

Esta publicación ha sido y será confeccionada absolutamente en forma artesanal.   Desde la impresión de los poemas, narraciones y textos en nuestros ordenadores, la confección de la portada, el duplicado de la Revista, encuadernado y engrapado, fijado de la portada y el guillotinado final.   Es un volver a los orígenes de las publicaciones, en los tiempos que, no contando con nada, se pudo hacer tanto!.

En la Revista participa la mayoría de los autores que están en el Libro mencionado precedentemente, más otros autores que se han unido a este magnífico proyecto.

En la emisión de este primer número hemos contado con la generosidad del pintor cubano JosEvelio  Rodríguez, residente fuera de su país, quien nos ha permitido el uso de su pintura «Mujer Extraña»  y nos ha regalado sus palabras para este número.  Estamos agradecidos por su entrega y gentileza.

El Colectivo Verbo (des) nudo, unido  en torno a esta gran idea, ve concretado su sueño en el nacimiento del primer número de la Revista Verbo (des)nudo, publicación que sale de nuestras manos y recorrerá su camino.  Vendrán otras publicaciones bi-mensuales, vendrán otras entregas, allí estaremos.

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Estimados Amigos, les invito muy cordialmente al lanzamiento de nuestro Libro «8 Náufragos en busca de…..»  y al nacimientos de nuestra Revista Verbo (des) nudo  de Arte y Literatura

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Habíamos emprendido la subida desde el Sector El Granizo. Nos hacía ilusión recorrer las huellas dejadas por Charles Darwin en 1834.

Una caída estuvo a punto de impedir la subida, nada peligroso, pero al rozar el tronco del árbol me había herido el brazo y hubo un momento de duda, seguir subiendo o devolvernos a la entrada del Parque.

La subida al Cerro La Campana, era una caminata largamente deseada, sin embargo, tú estabas en la duda y mientras hablábamos, no nos dimos cuenta de la aparición del viejito. Con calma y con su acento de campo, dijo que no me convenía continuar así;  y sin emitir otra palabra, te indicó con la mano que te alejaras y comenzó a hacer una pequeña fogata con las ramas bajas de un Canelo.  Eso fue lo que dijo, que ese árbol se llamaba Canelo. No tardó en extinguirse el fuego y ya habían cenizas en la parte exterior de la fogata.  El hombre tomó mi brazo y con cuidado fue depositando las cenizas hasta cubrir la herida y luego, colocando algunas hojas frescas a modo de venda, las amarró con una liana corta que desprendió de un árbol cercano.  Después, serio, me dijo «ya puede seguir».  Lo miré agradecida. No sabía cómo retribuir su ayuda y mirándolo, le sonreí disculpándome.  

Me dijo «la acompañaré hasta donde está su amigo, para que no se pierda».  No era una gran distancia, pero el camino daba varias vueltas. Mientras caminábamos, me dijo «su mirada es directa, señorita, eso me indica que usted viene solamente a visitar el Cerro sin ninguna mala intención»  Le respondí sorprendida, que no me imaginaba qué otra intención podríamos tener más que conocer el Cerro La Campana, hasta donde se pudiera llegar.  

Mientras subíamos, le pregunté si conocía alguna leyenda de la zona; que me gustaría conocer la historia del lugar.  Me respondió que la historia del Cerro era muy larga, pero que me podía contar lo sucedido con el cono que existía, mucho años atrás, en la punta más alta.  Al mirar a lo alto, noté que efectivamente al cerro en forma de campana, le faltaba el cono y lo miré sorprendida.  «Usted, señorita, creía que el cerro era una campana perfecta?»  Más sorprendida aún, le respondí que nunca me hubiera imaginado que al cerro le faltaba el cono!  

Así fue como comenzó a contarme que cuando recién llegaron los españoles a la zona central de Chile,  los indígenas de la etnia Picunches se comunicaron unos a otros el mensaje: los conquistadores no venían en son de paz , sino que los movía la ambición por el oro. Se decía que en el Cuzco habían dado muerte al Inca Atahualpa para apoderarse de su fortuna; y que el resto de la familia real Inca se había tenido que retirar hacia una ciudad cerca de la cordillera (“Machupichu”) hasta donde habían llevado el resto de sus tesoros y a sus mujeres para que no cayeran en manos de los invasores.  

Le escuchaba atentamente, sin sentir el paso de los minutos, pero sabiendo que tú me esperabas más arriba.

Me contó que los habitantes de Gulmué, como se llamaba en esa época la zona de Olmué, se reunieron y llamaron a sus Machis;  éstos decidieron retirar la cumbre de oro que habían levantado año tras año, a modo de veneración al Sol en lo alto del Cerro de La Campana. Le encargaron al hechicero que hiciera la rogativa, para que el cerro accediera a esconder el tributo que habían construido.  El cerro, conmovido por los ruegos de los habitantes y el conjuro del brujo, abrió una compuerta, y a medida que seguían las palabras del hechicero, comenzó a cobijar en sus entrañas misteriosas el dorado metal que antes le coronaba. El brujo, sereno, con su alma en paz, siguió con su conjuro, aceptó en calma el violento terremoto que se produjo al momento en que el cerro acogió al cono de oro. Sus labios continuaron emitiendo palabras, en tanto que sus brazos, extendidos horizontales, bajaban lentamente a medida que el cono bajaba hasta las entrañas de la montaña, hasta convertirla en su morada. El final del descenso fue coronado con miles de estrellas que salían desde el Cerro hacia el cielo.  El brujo quedó solo al final del conjuro, acompañado tan solo por los cóndores que habitaban el lugar, los que espantados por el ruido y las luces de las estrellas, huyeron a sus nidos. Finalmente en esa noche oscura solo se escuchó el llanto de los hijos de estas tierras, quienes bañaron con sus lágrimas las laderas del Cerro e hicieron crecer así, los árboles en las laderas.

«Los años han pasado y la leyenda se transmite de boca en boca y quien visite el Cerro La Campana podrá darse cuenta que el Cerro está trunco, le falta su corona. Es en esa misma cumbre, señorita, donde permanece el brujo, prisionero en las entrañas del cerro, guardián celoso del oro dedicado a los dioses, el que no ha sido profanado por ser humano alguno. Cuentan que en las noches invernales se oye su lamento, como el sonido de un kultrun. (*)  Son sus lágrimas saladas que salen de la montaña, las que han formado mares que bajan entre las piedras. Se dice, señorita, que el cono de oro de la campana algún día será encontrado y hará la fortuna de su feliz poseedor»

Al llegar a ese punto, dio la vuelta rápidamente y desapareció de mi vista. Quedé desconcertada, sin poder orientarme. Me volví y ví tu silueta apoyada en esa piedra grande. Me acerqué despacio y despertaste sobresaltado… ¿Cuántos minutos habían transcurrido?  

La luminosidad era extraña, me di cuenta que estaba amaneciendo….

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(*) Kultrun: tambor mapuche.  Es un instrumento musical de percusión que se utiliza en actividades y ceremonias mapuche de distinta índole.


 

De mares y azul profundo

 

El rumor del mar me trae recuerdos del futuro.

Llegarás sin emitir sonido,  en silencio,

como siempre.

Así te amo

Así te amaré

Habrán pasos marcados en arena blanca, húmeda,

rumor de  mar profundo,  azul, calmo…

como el sonido de la música que me acompaña en el silencio

hasta el final de las horas.

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