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Archive for junio 2010

Visiones en invierno

Hacía un frío intenso  en la cubierta del ferry,  el viento de principios de Enero no ayudaba en nada!   Zarpamos desde el muelle 11 en el East River, con destino primero a la Estatua de la Libertad y de regreso, pasaríamos por Ellis Island.  Para nosotros, en realidad,  lo más importante era la visita a  la Isla, pero decirlo en voz alta habría sido tirar agua helada al entusiasmo de nuestro hijo y su amigo que  nos miraban con ojos absolutamente circulares, obligándonos a jurar que subiríamos  todos los escalones hasta la corona de la Estatua.

El ejercicio al subir nos sirvió para entibiar los pies y manos.  Había comenzado a nevar en Nueva York justo el día después de Año Nuevo y aunque ese día no nevaba,  el viento y el frío se hacían sentir.

Una vez en el mirador de la corona de la estatua, solos los cuatro,  quedamos  fascinados  con la visión   ofrecida a nuestros ojos.   Pensaba yo, mirando en lontananza, cuales habrían sido las emociones y sentimientos de los inmigrantes llegados en épocas pasadas,  cuando desde los barcos que se acercaban a puerto, de pronto,  emergía  entre nubes claras  del amanecer, la Estatua  e  imaginaba el grito esperanzado:  AMERICA!!

Dejando mis pensamientos atrás y volviendo a la realidad, el paisaje de la Gran Manzana estaba completo,  se veían majestuosas las Torres Gemelas.  Aún hasta ahora permanece en nuestra retina esa visión, y aunque hayamos regresado  con posterioridad, la panorámica de una Nueva York  íntegra,  sin las heridas del atentado del 11 de Septiembre, era magnífica.

El descenso desde el tope de la Estatua fue en calma, encantados  de haber tenido la oportunidad de gozar la visión en completa soledad, cosa que no suele ocurrir muy a menudo.   Hasta en eso habíamos tenido suerte en este viaje emprendido sin tanta planificación.  Mi hijo y su amigo no paraban de reír y hacer bromas sobre quién estaba más cansado con la subida y a quién se le acalambrarían las piernas en la bajada.

Con tiempo suficiente para tomar fotografías  y  recorrer la explanada,  embarcamos en  el ferry con destino a Ellis Island.

El ambiente de silencio y calma en el hall central del ingreso al edificio, ahora Museo, sobrecoge, especialmente impresiona ver  maletas viejas con recuerdos de  viajes  en busca de una esperanza de vida mejor o  tan solo de una ilusión.  Las murallas con frases en tantos idiomas, caligrafías distintas, mensajes dolientes, de pérdida de la patria lejana y el encuentro feroz con  una América desconocida.  Recorriendo  el lugar   y leyendo los escritos, mi hijo, nos dice serio: «ustedes son hijos de inmigrantes» y le respondo de inmediato: «Sí hijo, pero mi abuelo y nuestros padres llegaron en otra época y a otra América, diferente, llegaron a América del Sur, no lo olvides nunca»

Terminada nuestra visita a la Isla, al desembarcar, caminamos a través del Parque  en Battery Park, todavía con la carga emocional y espiritual  que significó para nosotros los mayores y sobre todo para mi hijo y su amigo,   palpar  realidades duras del pasado.

Nos sentamos en un banco del  Parque con paquetitos  de  castañas calientes  y rápidamente se nos fueron acercando las ardillitas, hermosas  y nerviosas  abundantes  en los parques, a la espera que caiga algo  para tomarlo y  esconderlo.   Mi hijo y su amigo revoloteaban  fascinados, como niños pequeños y no pre-adolescentes como eran.

A mis pies llegó una ardilla, atrevida, desafiante,  mirándome directo,  con ojos parpadeantes a la espera de su regalo.  Y  le digo: «y tú, cómo te llamas?  así que quieres que comparta contigo mis  castañas calientes?» y ella me responde alegre y ligera juntando sus manitas:   «no tan sólo, espero que me hagas el regalo, sí,  pero  también que me dejes subir  en tu regazo a recogerla!»

Y escucho a mi lado la voz de mi  hijo que  dice:

«Papá,  mira!  la mamá no tan sólo habla con los gatos, ahora también  habla con las ardillas!!!


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Tu imagen y sombra

Que desaparezca el ansia,

el ansia de ti,

tu imagen y  sombra!

Te esfumarás  de mis momentos

y  mi piel.

Serás   tan sólo una  brisa

que pasó,  besó  y partió.

Sin embargo,

tu mirada, una sonrisa

bastan

para volver y  no  partir.

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Hacia el mundo Maya

Se apoyó en el vidrio que miraba hacia la pista de aterrizaje, eran las 06:30 de la mañana  El aeropuerto de Ciudad de Guatemala no era el más hermoso, pero no estaba para  pedir lujos, sólo quería partir rápido  hacia Tikal,  la más antigua de las ciudades mayas del período clásico.  Había recorrido tantos lugares interesantes de ese país y ahora faltaba llegar hasta Flores y de allí a Tikal. Estaba ansiosa!

Abstraída estaba cuando se fijó en un avión pequeño que maniobraba, acercándose a la Puerta  por la que debían abordar  para partir   hacia el territorio de El Petén.  Abrió unos ojos inmensos cuando se percató del tamaño del avión.  Años que no veía un avión comercial tan pequeño!   Se sintió inquieta cuando por el altoparlante   llamaron a embarcar….pasó por una pequeña manga y se encontró delante al  avión de juguete.  Corría  viento y hacía frío.  La puerta lateral del avioncito se abrió y desde una mediana altura dejaron caer una escalera con peldaños de madera  y  pasamanos de cuerda gruesa.  Esto se parecía a los films de Indiana Jones, pero sin el aliciente de divisar a Harrison Ford!  Incrédula y titubeante comenzó a subir, seguida por otras diez personas, todas tan asombradas como ella.  Una vez en la puerta,  recorrió  con la vista el interior y divisó dos estrechas corridas de asientos separadas por un pasillo minúsculo.  La azafata, gentil,  solicitaba rapidez en el ingreso, invitando a tomar  el asiento indicado en  el boarding pass.  No rió fuerte porque lo consideró impropio,  pero esto parecía una broma por parte de la aerolínea.  El pasaje a Tikal no era barato!   Luego,  pensó:  “si voy a una aventura…no me voy a estar quejando!!”

La ruta del vuelo se realizaba por entre los bosques,  a baja altura, casi rozando la copa de los árboles.  El avión,  aparte de vibrar y moverse como un loco, aparentemente volaba bien y  el piloto se veía que tenía oficio;   su voz, a través de la escasa separación de la cabina, se sentía segura.   Aterrizaron en Flores pasado las 08:30 de la mañana y desde  allí,  quedaba una hora de trayecto en un Van hacia  Tikal.   Los Guías esperaban  la llegada  de los visitantes;  su  pequeño grupo  lo conformaban  dos personas de habla inglesa y ella.

La atmósfera del lugar  era muy especial,  los  magníficos vestigios de la cultura Maya   con el esplendor y la belleza del entorno, los templos, las pirámides, las estelas funerarias…era mucho más que lo descrito en un libro.  El lugar merecía ser Patrimonio de la Humanidad.  Era cien veces mejor que lo imaginado!

Apenas iniciado el recorrido, vio  a un  chico que comenzó a acompañarla.  Era simpático, silencioso, carita redonda, ojos casi negros, piel lisa, oscura, aceitunada, lindo dentro de su singularidad.  En un principio pensó que le pediría algo, pero no, no fue así, solamente caminaba a su lado y de tanto en tanto le decía despacito, el nombre de algún lugar para que se lo dijera al Guía, quien tomaba la sugerencia con agrado  sin percatarse de la presencia del niño.

La descripción de Tikal como sitio arqueológico merecería un gran relato y quizás se quedaría corta en la narración!

Cuando llegaron al Templo del Gran Jaguar, la pareja de americanos se dejó caer por tierra producto del calor y del cansancio;  el Guía, en tanto,  los instaba a subir aunque fuera un par de peldaños de la pirámide del Templo.

Ella se paró con las manos en caderas mirando el Templo detenidamente y se dijo:  “Si he hecho este viaje desde tan lejos, tengo tantas ganas de subir, no me voy de dejar vencer por el calor y por los años!”  El niño la miraba divertido y le decía “¿usted subirá,  verdad, señorita?   Mire, si sube, yo la acompaño!”  Y ella, riendo le dijo: “¿qué?  ¿me vas a llevar de la mano, tirándome?”   “Nooooo ….yo la acompaño, pero usted sube solita”  y rió.   Se volvió hacia el Guía, para corroborar lo que decía el niño, pero éste ni se percataba de nada.  Estaba sentado al lado de los gringos que no atinaban a pararse.

Y subió al Templo I del Gran Jaguar!  Los escalones eran altísimos y el calor hacía mella, pero no dejaba de subir porque el chico corriendo casi, trepaba dos escalones y la esperaba más arriba y la aconsejaba:  “respire señorita”  “ya, suba otros tres más sin  dejar de respirar”  “no tome tanta agua,  solo respire profundo”  y ella se decía “esta  escalinata  no me la  va a ganar, total no estoy compitiendo con nadie” y vamos respirando profundo!   y subió los  más de 50 metros de altura con el sol parado en la nuca!.  Una vez arriba, por indicación del niño, entró en una habitación oscura en la parte  central de la pirámide  y se dejó caer  para descansar.  Allí había sombra y estaba increíblemente fresco.   Se acostó  de espaldas mirando el techo del Templo y perdió un poco la noción del tiempo…todo estaba en calma y no sentía  rumor alguno, solo el viento…  Despertó a la voz del niño susurrándole que ya debía bajar.

Descender  fue aún más difícil, era muy empinada la pirámide así que decidió bajar casi sentada y de lado!    provocando  la risa y las bromas del niño.   Luego, sintiéndose  triunfadora y con las piernas firmes, hizo el recorrido largo como estaba previsto, los otros templos,  el palacio, la ciudadela estaba muy bien conservada y los Guías se encargaban de avisar a los turistas qué lugares sagrados no debían ser profanados.

El día pasó en un suspiro!  Tenía previsto dormir en el hotel del lugar y partir al día siguiente a Ciudad de Guatemala.   Conversando con el Guía, hombre de mucho saber, le comentó que él había trabajado en este oficio en el Sitio Arqueológico de Copán en la parte occidental de Honduras, cerca de la frontera con Guatemala.  Ella, sintiendo curiosidad  se dijo  que si lo hubiera pensado mejor, habría podido hacer los arreglos y visitar los dos sitios.

Al atardecer,   y después de comer algo típico del lugar, salió con destino al Museo, siempre en compañía de su fiel amigo Kawil, así se llamaba el niño;  mientras caminaban lo instó a que compartieran lo que estaba comiendo,  pero el chico, bajando la cabeza, le respondió que no, que ya había comido.  Kawil, después de un rato  le preguntó si en  verdad quería conocer Copán,  y ella  respondió entusiasmada,  que sí.  El niño le comentó que desde la selva salían unos aviones pequeños que cruzaban hacia Copán, pero que debía tener el pasaporte y pagar por el transporte.  Llena de entusiasmo fue al encuentro de su Guía y le conversó la posibilidad del viaje, sin decirle que había sido el niño quien le había dado el dato.  Reticente en un principio, el hombre hizo algunos contactos y finalmente se formó el viaje a Copán,  anexándose también los dos americanos del grupo.  Partirían al día siguiente de madrugada y estarían de retorno   a tiempo para tomar el avión de regreso a la Capital.

A la mañana siguiente partieron al amanecer en un avión aún más pequeño,  pequeñísimo.   Cabían tan solo el piloto y tres pasajeros. El viaje se realizó entres sustos, risas nerviosas, entre subidas y bajadas, más bajadas que subidas…

Y llegaron a Copán!

Y vió a Kawil,  en tierra,  que le sonreía.   “Tú, niño, ¿qué haces aquí??!!” le preguntó asombrada.

Kawil la miró  con sus ojitos sonrientes y le dijo  “La acompañaré en su viaje, señorita, no tema”

“Me quieres decir,  de qué viaje estás hablando, no te entiendo!!  Acabo de llegar!!”

Y se volvió hacia el piloto y sus compañeros de viaje.  Ellos, silenciosos,  miraban hacia un punto indefinido en el horizonte.

Fue Kawil quien le dijo lentamente “Es que no lo lograron, señorita, no lo lograron, el avión cayó en medio del bosque grande, ustedes quedaron  allá.  Pero, no se preocupe, usted es mi amiga y yo estoy aquí para conducirla  en su caminar …”

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